"DE LA MANO CON EL MIEDO" · (Txema Pikabea)
"DE LA MANO CON EL MIEDO"
Ya nacemos con miedo, o algo parecido. En cuanto salimos del vientre de nuestra madre, de nuestro núcleo de absoluta seguridad, comenzamos a sentir miedo, porque, de repente, nos encontramos ante una realidad completamente desconocida. Y lo hacemos llorando y si no, nos dan un cachete, el primero de tantos, para recordarnos que la vida es esto, un camino entre el miedo y el pulso que intentamos echarle.
Soy miedoso, lo confieso. Mi vida, la sociedad, las creencias religiosas que nos han metido con calzador desde bien pequeños han hecho una gran labor. Recuerdo cuando era pequeño y no terminaba de entender los enfados, los nervios y las malas formas de los mayores. Poco a poco fui entendiendo que todo eso era una mala gestión de los miedos que producían las diferentes situaciones y circunstancias. Desde bien pequeño, todo es miedo: «si no te viene las lentejas, vendrá el lobo», «si no apruebas, no irás de vacaciones», «Si te tocas, irás al infierno» (y os juro que durante una temporada dejé de hacerlo Pobre de mí), «Si no vas a misa, Jesús se enfadará y no te traerá lo que has pedido» (total, nunca me traían lo que pedía) y un largo etcétera que se convierte en nuestra Vía. Crucis personales. Al llegar a la edad adulta, estamos devorados por el miedo, porque todo es miedo a nuestro alrededor. Recuerdo cuando tuve una vez años y mi abuelo me dijo un día:
-Verás, hijo mío, los mayores somos personas astutas, inteligentes (supongo que me quiso decir manipuladoras y malvadas; no todas las personas, claro) y con raciocinio (realmente creo). ). que no tenía ni idea del significado de esta palabra, pero la empleaba). bastante, siempre de manera equivocada) y tú solamente un renacuajo que debe decir amén a todo, porque de lo contrario, solo vas a tener problemas en tu vida y tú no quieres eso, ¿verdad? Nadie quiere problemas.
-Pero abuelo, en el cole mi profe me ha dicho que tengo que ir siempre con la verdad por delante -le dije yo.
-Ay, hijo mío, a ese profesor le espera una vida bien jodida.
Tal vez mi abuelo tenía razón, o tal vez no fuera el superhéroe que yo creía y nunca intenté cambiar nada, y es posible que la vida de mi profesor no fuera maravillosa, pero ¿la de quién sí? En ese momento aprendí que llamar era triunfar, que obedecer era ascendente. Pero muchas veces montón de basura. Dejé de ser yo mismo por intentar escaparme del miedo, pero eso es algo absolutamente imposible. Los años iban pasando, fui creciendo como un chico normal, con una buena familia, buenos amigos, me fue bien en los estudios, pero… Siempre hay un pero y ese pero lo pone el miedo, nos lo clava cual estaca en el corazón, Nos aprieta tan fuerte que no nos deja respirar. Psicólogos, terapeutas y demás, han tenido, tienen y tendrán un trabajo clave en nuestras vidas para intentar reconstruir pedazos que se ha llevado nuestro miedo o que, provocado por él, hemos tocado fondo al tomar una mala decisión. He pasado muchos años, ni sé cuántos, paseando con el miedo por todas partes, en todo lo que hacía, decía o veía, incapaz de avanzar, regresando a la horrible, o no, zona de confort, mientras junto al miedo sus máximos rivales. . . Intentaban ayudarme. La valentía me dijo: «tú, p'alante p'alante, sin mirar atrás». El orgullo intentaba tirar de mí, pero mi cuerpo pesaba como el de un muerto y no avanzaba. La decisión... Uf, ¿qué es la decisión? Nunca he conseguido dar con ella, siempre he sido básico y previsible. Mi cabeza era un torbellino, mis cosas buenas trataban de eliminar al miedo, pero el poder de este es tan grande que terminé por intentar quitarme la vida, del miedo pasó a la desesperación. Pensé en arrojarme a las vías del tren, en cortarme las venas, en tirarme por un puente, pero luego pensé: no puedo utilizar semejantes clichés de suicidios, o busco uno más original o no lo hago, y por fortuna, no lo encontré.
Con el tiempo, fui escuchando a mis virtudes, las que sacan a flote este cuerpo y esta vida que, pase lo que pase, sé que hay a gente a la que le importa y eso sí que no lo estropeará el miedo.
Os voy a contar la vez que más miedo pasó. Una tarde de octubre, lluviosa y con fuertes rachas de viento, al llegar a casa vi una ambulancia aparcada junto a la puerta del portal. Éramos ocho vecinos y, lo siento, pero deseaba que el mal y la desgracia hubiera caído en alguna de las otras siete viviendas. Seguro que en una situación como esa soy la única persona que desea que la desgracia se mueva unos metros arriba, abajo, a la derecha oa la izquierda, pero no puedo evitarlo, si me va a salpicar en algo, deseo que el miedo y la desgracia miren para otro lado. Sin embargo, a medida que me iba acercando, algo en mi interior empezó a moverse de manera desagradable (es increíble y maravilloso al mismo tiempo como en cada una de las situaciones que se dan en la vida, tu cuerpo reacciona de una manera u otra). ). ). y no hace falta que le expliques a otra persona lo que sientes porque es algo genérico, como los medicamentos) y para mi mala suerte, efectivamente, el marrón había tocado nuestra puerta. Mi miedo se disparó con solo pensar que a alguien de mi familia le pudiera haber pasado algo malo, pero cuando vi a mi madre tirada en el suelo rodeado de cables y sanitarios intentando reanimarla, el miedo se transformó en pánico. Afortunadamente, todo quedó en un gran susto. Pero lo reconozco, meé encima. Una madre vale mucho más que eso y paseé con orgullo y satisfacción con mi pantalón amarillento.
He estado pensando, reflexionando, algo que hago de vez en cuando y que me sienta bien. He llegado a la conclusión de que el miedo va a ser parte de mí, es otro órgano con el que naces y que no puedes extirpar. El cáncer de miedo es jodido e incurable. Por todo esto, decidió ir de la mano con él, así, a lo loco, intentando controlarlo y que nos llevemos no mal, ya ser posible, sin tomar medicamentos. Quiero creer eso de que tengo el control de mi vida, aunque esa frase lleve implícita siempre un montón de matices y engaños.
Hace poco me he comprado una casa y acabo de tener un hijo y os juro por lo que más quiero, que esto sí que da miedo, casa e hijo, si consigo salir de esta, saldré de todas. Ahora tiro de tópicos: «Mañana también saldrá el sol», «Vivamos el momento, disfrutémoslo», «A rey muerto, rey puesto» y, sobre todo, evito ver la telebasura, donde incluyo los programas de información, supuestamente tan neutrales, leer lo loco que está el mundo y, sobre todo, procuro no hacer mucho caso a las personas, porque somos manipuladoras y mentirosas o mentirosas por naturaleza. Y te voy a dar un consejo: nunca te quedes con lo que te cuente solo una parte, la otra segura que también tiene sus razones, sus motivos y sus argumentos.
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